sociedad contemporánea
La sociedad actual, producto de profundos cambios económicos que han traído aparejados importantes transformaciones culturales, es abordada y hasta denominada de diferentes maneras.
Stuart Hall designa esta época como "postfordista", considerándola un estadio posterior del capitalismo. El mismo autor considera esta etapa como resultado de una profunda transformación en los modos de trabajo (tecnología de por medio), en los productos y esencialmente en su comercialización y consumo.
Según D. Bell: «... La ética protestante fue socavada no por el modernismo sino por el mismo capitalismo. El mayor instrumento de destrucción de la ética protestante fue la invención del crédito. Antes para comprar había que ahorrar. Pero con una tarjeta de crédito los deseos pueden satisfacerse de inmediato...» (1990)
El marco económico de esta sociedad está caracterizado por el predominio de empresas multinacionales y la globalización de los mercados financieros. En nuestras sociedades, con las agrupaciones obreras y profesionales debilitadas, las multinacionales han actuado con gran autonomía frente a estados débiles que priorizan el ingreso de capitales privados sobre el bienestar social.
Para Hall, la sociedad contemporánea está atravesada por «...la existencia de una gran fragmentación y pluralismo social, el debilitamiento de viejas solidaridades colectivas y de las identidades concebidas como ‘bloques’ ante la emergencia de nuevas identidades. Por eso, la maximización de elecciones individuales a través del consumo personal son dimensiones igualmente significantes de las tendencias del posfordismo...» (Hall, 1993: 94). En los medios masivos, especialmente en la televisión, es donde se vislumbra con mayor claridad esta situación.
Frente a esta posición fuertemente económica existen otros autores como Scott Lash, para quienes el posmodernismo está confinado al ámbito de la cultura.
«...El posmodernismo es estrictamente cultural. Es sin duda una especie de paradigma cultural... un ‘régimen de significación’...» (Lash, 1997)
Para Gilles Lipovetsky, la cultura posmoderna mediante un ‘proceso de personalización’ tiene un marcado sesgo narcisista y hedonista que acentúa el individualismo hasta el egoísmo. Para él, la consigna del sujeto posmoderno es mantenerse joven y hermoso. Se encumbra el placer y el cuerpo. Ya no se habla de dietas, gimnasias o tratamientos médicos para sentirse físicamente bien, sino para lucir un "envase" o "envoltorio" atractivo y lo más joven posible.

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